martes, 11 de octubre de 2011

briofitas


Las briofitas, del latín bryophyta, derivado del griego βρύον bryon, musgo, y φυτόν phyton, planta, son plantas no vasculares y fueron las primeras en evolucionar hace 420 millones de años. Son descendientes de las algas verdes y fueron las primeras en colonizar los espacios terrestres, en esta división tenemos musgos, hepáticas y antóceras. Crecen en climas fríos o muy húmedos. En su cuerpo se distinguen 3 partes: rizoide, caulidios y filidios, análogos (pero no homólogos) a la raíz, tallo y hojas de los vegetales superiores. No poseen semillas.

Las briofitas con tejidos poco diferenciados no poseen vasos de conducción, es decir no tienen xilema ni floema, no presentan raíces, tallos ni hojas verdaderas, sino por un cuerpo vegetativo con estructuras muy primitivas, con células que no llegan a constituir un tejido. Así que las "raíces" que presentan se denominan rizoides, el "tallito", cauloide y las "hojitas", filoides. No está de más resaltar que debido al bajo nivel de organización que poseen estos organismos, ninguna de estas estructuras recién mencionadas son órganos verdaderos como sí aparecen en las traqueofitas o plantas vasculares.

Se llama briofitas en sentido amplio al grupo de plantas embriofitas no vasculares. Hoy en día se sabe que es parafilético, si bien las relaciones dentro del grupo aún no están consensuadas por todos los análisis filogenéticos.



En el ambiente terrestre, con cerca de 20,000 especies, las briofitas son el segundo grupo más importante de plantas verdes.

Generalmente son pequeñas y habitan en ambientes muy variados, desde cerca del nivel del mar hasta las elevaciones más altas, en las selvas o en los desiertos, pero su vida siempre está íntimamente ligada al agua en estado líquido. Su ciclo de vida incluye dos fases: el gametofito y el esporofito.

Cada una de ellas tiene atributos morfológicos y biológicos que señalan a las briofitas como un grupo excepcional y muy importante en la evolución del reino vegetal. Tradicionalmente se les divide en tres categorías, a saber, Antocerotes, Hepáticas y Musgos.

Foto
Esquema del árbol evolutivo de las plantas terrestres. Foto: University of Michiga, Neofronteras.



Clasificación tradicional
División Bryophyta
Clase Anthocerotopsida - Antocerotes
Archivo:Phaeoceros laevis.jpg



Clase Hepaticopsida - Hepáticas

 

Clase Bryopsida - Musgos



Propuestas recientes

División Anthocerotophyta

División Marchantiophyta

Clase Marchantiopsida
Clase Jungermanniopsida

División Bryophyta

Clase Takakiopsida
Clase Sphagnopsida
Clase Andreaeopsida
Clase Andreaeobryopsida
Clase Polytrichopsida


Los estudios modernos indican que a pesar de estar relacionados, los grupos principales de briofitas son muy diferentes entre sí y como no tienen un origen común, deben ser clasificadas en divisiones independientes. El término `Briofita' tiene, en este sentido, una connotación informal; en las clasificaciones recientes, el término se refiere únicamente a los grupos de musgos.
Las briofitas son organismos muy antiguos de gran importancia científica. Se encuentran entre los primeros que ocuparon el ambiente terrestre; son clave en la evolución de las plantas terrestres, pero sus ligas con ellas son difíciles de establecer. El ciclo de vida de muchos artrópodos y microorganismos depende de los microambientes de las briofitas; muchas semillas de las plantas vasculares germinan en sus céspedes pues retienen agua y la liberan lentamente. Por esta característica también intervienen en el balance hídrico de los bosques y en la reducción de la erosión en ciertos ambientes. Su eliminación de bosques y selvas podría dar lugar a deterioro ecológico pues también parecen intervenir en el ciclo del carbono y otros minerales. Antes de calificarlos como insignificantes en la economía del hombre, se debe evaluar su papel ecológico y su utilidad como material de experimentación.

El Ciclo de Vida
Las briofitas tienen un ciclo de vida heteromórfico. El gametofito o fase haploide es la dominante en las briofitas; es la más conspicua y la que tiene mayor duración. En comparación, el esporofito o fase diploide es pequeño y de duración corta. En la fase del gametofito, las plantas verdes pueden tener formas taloides o foliosas que derivan de la división de una sola célula apical. Durante la etapa reproductiva, el gametofito produce órganos sexuales masculinos (anteridios) o femeninos (arquegonios); las células sexuales masculinas o anterozoides son biflagelados y, por lo tanto, necesitan un ambiente acuoso para desplazarse. Los anterozoides y la oosfera (célula sexual femenina) se producen por mitosis pues se forman en gametofitos haploides. Al ocurrir la fecundación, la célula diploide o cigoto, derivada de la unión de las dos células sexuales, por divisiones sucesivas se transforma en un embrión multicelular. Más tarde, una vez diferenciado el pie que lo sujeta al gametofito y la seta o pedicelo que sostiene a una cápsula, el embrión se transforma en un esporofito en el que la división meiótica del tejido esporógeno de la cápsula permite la formación de esporas unicelulares haploides. Las esporas maduras son liberadas y al dispersarse, germinan y forman filamentos o masas celulares que se conocen como `protonema'. A partir del protonema se froman nuevos gametofitos.

Las etapas del ciclo de vida son procesos complejos de gran interés biológico. La ontogenia de los órganos y células sexuales, de las tres partes fundamentales del esporofito y el protonema, entre muchos, son eventos controlados genéticamente y por el ambiente a través de sistemas enzimáticos y hormonales. La forma, estructura y comportamiento de los órganos todavía son sujetos de investigación; las consecuencias de la meiosis, la dispersión de esporas y la evolución del gametofito y del esporofito son temas poco explorados para la mayoría de las briofitas.



Antocerotes
Se conocen unas 100 especies de antocerotes en el mundo. Su gametofito es un talo multiestratificado en el que cada célula contiene de 1 a 12 cloroplastos usualmente lenticulares. En el centro del cloroplasto hay un pirenoide. La superficie inferior del talo tiene numerosos rizoides unicelulares y cuenta con poros que se comunican con cámaras de mucílago en las que se encuentran, con frecuencia, colonias de una alga del género Nostoc. Los anteridios y arquegonios se forman a partir de células superficiales dorsales; los anteridios están en cámaras mientras que la pared de los arquegonios es parte del tejido poco diferenciado del gametofito.




El esporofito de los antocerotes es una estructura cilíndrica con una pared de varias capas de células que encierran al tejido esporógeno y la columela. A partir del tejido esporógeno se forman las esporas y los pseudoelaterios; estos últimos son estructuras multicelulares intercaladas entre las esporas. La capa externa de la cápsula tiene estomas. Al madurar se forman de una a cuatro líneas de dehiscencia que se abren a partir del ápice y exponen a las esporas a la acción del viento. Un meristemo en la base de la cápsula permite el crecimiento y la producción de esporas indeterminados.
Los antocerotes parecen un grupo clave en la evolución de las plantas. El gametofito es de estructura simple y presenta rasgos primitivos como cloroplastos grandes y poco numerosos, con pirenoides (cuerpos proteicos que intervienen en la síntesis de almidón). En comparación, los estomas, la columela y el meristemo intercalar del esporofito pueden considerarse como rasgos avanzados. Los estomas aparecen aquí por primera vez e indican una adaptación al ambiente aéreo; la presencia de la columela indica el desarrollo progresivo de tejido estéril, una tendencia que se acentúa en otras plantas terrestres.


Las Hepáticas
Se supone que existen entre 6500 a 7000 especies de hepáticas. Su gametofito puede ser taloide o folioso. El primero generalmente es postrado, como un listón, ramificado dicotómicamente, con una línea media y numerosos rizoides unicelulares en a superficie de contacto con el substrato. La complejidad anatómica de las formas taloides es variable, desde unas cuantas capas de células hasta las que muestran cámaras aéreas, poros, tejido fotosintético especial y tejidos de almacén. Los órganos sexuales generalmente se forman en la superficie superior del talo, con frecuencia sobre ramas especializadas. Los esporofitos, por tanto se desarrollan en las partes elevadas que favorecen la diseminación de las esporas por el viento. Los gametófitos pueden producir estructuras asexuales de reproducción como las yemas o propágulos que se forman en estructuras en forma de copa o media luna con características aerodinámicas peculiares. Las gotas de lluvia se encargan de liberarlas y dispersarlas a sitios cercanos.
 


Las formas foliosas, por su parte, exhiben numerosos rizoides unicelulares, dos hileras de hojas dorsales y una hilera de hojas ventrales. Las hojas uniestratificadas, son de tamaño variable o isófilas; las dorsales son comparativamente grandes, bilobadas e se insertan diagonalmente sobre el tallo, mientras que las ventrales son más pequeñas y se insertan transversalmente. El tallo tiene una estructura simple y los arquegonios crecen sobre los extremos de tallos o ramas en tanto que los anteridios se desarrollan solos o en grupos en las axilas de las hojas.
El esporofito de las hepáticas tiene las tres partes fundamentales, pero es muy distinto al de los antocerotes. La pared carece de estomas y el tejido esporógeno forma elaterios unicelulares cuyos movimientos higroscópicos ayudan a la diseminación de las esporas. Las cápsulas se abren por valvas.
Las hepáticas son estructuralmente menos complejas que los musgos, pero en algunos lugares, especialmente en ciertos bosques tropicales, son más abundantes que los musgos. Algunas de ellas son frecuentes sobre las hojas de plantas vasculares. Una de sus peculiaridades fisiológicas es la producción de oleocuerpos que aparecen como pequeñas gotas en el citoplasma de las células.

Los Musgos
Con cerca de 12,800 especies a nivel mundial, los musgos son el grupo más numeroso y el más diverso de las briofitas. El tallo puede ser erecto o postrado, de unos milímetros o centímetros de tamaño; su estructura interna, aunque simple, puede incluir un eje o cordón central en muchos musgos, y un sistema de conducción primitivo en algunos grupos. Además de los rizoides, los tallos de los musgos pueden tener estructuras fotosintéticas o de protección como pelos axilares, parafilios y pseudoparafilios. Las hojas están arregladas en forma espiral sobre el tallo, pero con frecuencia tienen otros arreglos; son uni o pluriestratificadas y sus células varían en tamaño, forma y ornamentación. Las hojas de muchos musgos tienen una costa, un nervio de longitud variable que puede prolongarse más allá de la lámina foliar en un mucrón o pelo foliar hialino. La costa puede se doble en algunos musgos tropicales y en algunos musgos, está cubierta por filamentos o lamelas. La anatomía de la costa también es compleja; consiste de varios tipos de células, incluyendo algunas de pared gruesa y otras de pared delgada que participan en la conducción de agua.
El esporofito de los musgos tiene las tres partes fundamentales, es decir, pie, seta y cápsula. El tamaño de la seta es variable y, en algunos grupos, está ausente. En Sphagnum es substituida por el pseudopodio, un pedicelo que se desarrolla a partir del tallo. La cápsula tiene una pared de varias capas de células y lleva estomas en la la parte basal o hipófisis. En el extremo distal se distingue la caliptra, una cubierta membranosa, fugaz, derivada del arquegonio. La boca de la cápsula está cubierta por una tapa u opérculo; al madurar, el opérculo cae y deja al descubierto 1 o 2 ciclos de apéndices que en conjunto son denominados `peristoma'. El peristoma regula la liberación de las esporas. El tejido esporógeno forma solamente esporas, pero la cápsula forma mayor cantidad de tejido estéril, incluyendo a la columela en un saco esporífero.

 

diferencias de las briofitas

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domingo, 21 de agosto de 2011

PRIMERA UNIDAD

BOTANICA

La curiosidad por la naturaleza llevó al hombre a preocuparse por diferenciar plantas comestibles de venenosas, y tratar de conocer y aprovechar semillas, frutos, flores, tallos, hojas y raíces. La botánica es la ciencia que trata los vegetales. Su estudio parece ser tan antiguo como el hombre mismo.
La civilización china fue la primera en asentar sus conocimientos botánicos por escrito, unos 4.000 años antes de Cristo, y sus habitantes desarrollaron auténticos tratados sobre las propiedades curativas de ciertas plantas, distinguiendo las comestibles de las tóxicas. A su vez, los hebreos han dejado descripciones de unas setenta especies.
Entre los griegos, Empédocles descubrió la función de la raíz como medio de sostén y órgano de alimentación de la planta; Aristóteles asoció el fruto con la reproducción de la especie, y su discípulo Teofrasto, autor de La Historia de las Plantas y Las Causas de las Plantas, asentó en esos trabajos los resultados de sus investigaciones sobre 455 especies iniciando, de este modo, la botánica sistemática.

Durante el Renacimiento, los estudios al respecto experimentaron grandes progresos. Fue en esa época que surgieron los primeros jardines botánicos: colecciones sistemáticas de plantas vivas. Con la clasificación del naturalista sueco Carl von Linné, en el siglo XVIII, nació la nomenclatura actual. En su versión abreviada, ésta consiste en dos nombres latinos, correspondientes al género y a la especie. Zea mays, por ejemplo, es el nombre
La botánica es una ciencia con gran tradición en México, pues se remonta a la época prehispánica, en la que los indígenas de diversas regiones del país adquirieron valiosos conocimientos sobre las plantas, por lo que podemos considerar a la botánica indígena como un importante antecedente de la que se desarrolló en la época virreinal y ésta a su vez, como precursora de la botánica moderna y de la botánica actual de este país.
Veremos cómo una gran época, la que va desde la más remota antigüedad, en la última etapa del Pleistoceno, cuando el hombre era cazador de animales y recolector de plantas, hasta 1521, año en que Hernán Cortés tomó la ciudad de Tenochtitlan. La primera etapa de esta época puede considerarse pre-científica por ser una etapa de conocimientos empíricos que se adquirieron por el fenómeno de acierto y error, con una finalidad utilitarista. Más adelante, ya en el Holoceno, después del año 2000 a.C., se alcanzó la etapa en que algunas plantas fueron domesticadas y se llegó a lograr una agricultura incipiente, en particular con la siembra del maíz que condujo al hombre a una vida sedentaria en casi todos los pueblos indígenas, de manera notoria entre toltecas, aztecas, mayas, mixtecos-zapotecos, olmecas, purépechas, totonacos, otomíes, seris, huicholes, mazatecos, mixes, tarahumaras y otros grupos étnicos que llegaron a alcanzar un conocimiento que puede ser considerado científico por su precisión y alto grado de elaboración.
A partir de las primeras centurias de la era cristiana es posible apreciar un notable progreso de estos pueblos indígenas, en las pinturas de los códices, en que indican con notable precisión los progresos alcanzados en la agricultura, la tecnología y la medicina. Las plantas estuvieron siempre asociadas a la vida diaria y a la religión de los antiguos mexicanos. Un ejemplo de esto es la veneración a Tlazoltéott, madre de Centéotl, diosa del maíz y de Xochipilli, dios de las flores, lo cual indica una refinada fitolatría.
La estimación que tuvieron por las plantas los diversos grupos indígenas de México se puede comprender por los estupendos códices que elaboraron, en los que se pueden apreciar representaciones precisas de numerosas especies vegetales, principalmente las que tienen alguna utilidad. Por la organización de colecciones de plantas vivas y de jardines botánicos que tienen una fama legendaria por su belleza y por su contenido de especies comerciales y exóticas, muchas de ellas con propiedades medicinales. Entre otros fueron notables los jardines de los Moctezumas, Ilhuicamina y Xocoyotzin, en el bosque de Chapultépec de la Gran Tenochtitlan, llamados jardines de Anáhuac entre 1440 y 1520; el jardín de Oaxtepec, Mor., promovido por los tlauicas; algunos de ellos existentes desde el tiempo de los toltecas y que continuaron los aztecas.



Éstos también fueron organizadores de jardines y autores de un sistema muy elaborado de clasificación y nomenclatura de las plantas, con tal grado de precisión, que puede ser comparado con el sistema de Linnaeus, con la peculiaridad de que el sistema indígena, en particular el de los nahuas sigue el proceso aglutinante de su lengua; de manera que una sola palabra expresa lo que Linnaeus consideró género y especie. Por ejemplo, ahuacacuáhuitl (Persea gratissima Gaert.), el aguacatero, de la familia de las lauráceas, de ahuácatl, aguacate y cuáhuitl árbol; papaloquílitl, el papaloquelite (Porophyllum seemanii Schultz), de la familia de las compuestas, de papálotl, mariposa y quílitl, hierba, es decir hierba de la mariposa, llamada así por la forma de sus hojas; xictómatl, el jitomate (Lycopersicum esculentum Hill.) de la familia de las solánaceas, de xictli, ombligo y tómatl, tomate, es decir tomate de ombligo, por la cicatriz que conserva el fruto al desprenderse de su pedúnculo. Otras muchas plantas con las palabras pahtlí, medicina, ayotli, calabaza, huiztli, espina, nochtli, tuna, metl, maguey, manácatl, hongo, por sólo citar algunos ejemplos.



En tiempos prehispánicos también hubo un gran progreso en la elaboración de bebidas y alimentos fermentados utilizados con fines culinarios, ceremoniales, curativos y comerciales. Entre otros, fueron y aún son de gran importancia local e internacional, el cacao y la vainilla que pasan por un periodo de fermentación para que se desarrollen aromas y sabores, después de que los frutos son cosechados y, en el caso del cacao también para facilitar la práctica del desgranado. Sin duda, el chocolate es el alimento más internacional que ha dado México al mundo y la vainilla ha sido desde esos remotos tiempos hasta la fecha uno de los aromatizantes más apreciados.



Del maíz, alimento básico de todos los pueblos del México prehispánico se preparaban y aún en la actualidad se siguen elaborando atoles, tamales, tortillas y bebidas fermentadas como el pozol, el tesgüino, los atoles agrios y otras bebidas refrescantes; pero es el pulque la bebida más popular, aunque en la actualidad ha disminuido su consumo en muchas regiones del centro de la República Mexicana, en donde se ha consumido en forma tradicional; se ha sustituido en muchas partes de estas regiones por bebidas introducidas con gran propaganda comercial como la cerveza y otras bebidas alcoholicas, muchas de ellas destiladas, como el tequila y el mezcal, cuya base de fabricación es la savia fermentada de varios tipos de maguey. El pulque, en particular, es obtenido de la fermentación del aguamiel, que es la savia del maguey pulquero (Agave salmiana Otto ex Salm-Dyck var. salmiana, A. atrovirens Karw. ex Salm-Dyck var. atrovirens, A. mapisaga Trel. var. atrovirens). En tanto que el tequila se prepara utilizando como base otra especie de maguey, el maguey azul tequilero (A. tequilana Weber). Y el mezcal que se obtiene de varias especies, también del género Agave: (el papalometl: A. potatorum Zucc., el espadín: A. angustifolia Haw. var. angustifolia y el cirial: A. karwinskii Zucc.).



Tan importantes fueron las bebidas fermentadas no destiladas en el México prehispánico, como lo confirman varias publicaciones sobre el tema: El maguey y el pulque en los códices mexicanos, de Goncalves de Lima y El pulque en el México precortesiano, de Martín del Campo. Respecto a las bebidas destiladas, aunque hay indicios de su producción antes de la conquista, no se popularizaron hasta que los españoles introdujeron el uso del alambique en el territorio que ellos denominaron Nueva España.



Hay también códices notables que tratan diversos aspectos de la botánica, como el llamado Códice de la Cruz-Badiano elaborado por los indígenas Martín de la Cruz y Juan Badiano. Este último tradujo al latín la obra original escrita en náhuatl. Otro tanto puede decirse del Códice Florentino basado en el trabajo monumental de fray Bernardino de Sahagún principalmente en la Historia de las plantas de la Nueva España, que es la parte correspondiente a la botánica de la obra titulada Historia de las cosas de la Nueva España, que en el libro XI se refiere a las ciencias naturales.



Estas obras corresponden al periodo que podría llamarse la botánica indoeuropea, que floreció desde la caída de Tenochtitlan ante el conquistador Hernán Cortés, hasta la llegada de Francisco Hernández y la fase final de la obra de fray Bernardino de Sahagún en 1570. En este periodo se presentó un interesante fenómeno de aculturación en el que los indígenas tuvieron conocimiento de muchas plantas introducidas por los españoles y éstos a su vez, ante el asombro de la riqueza natural de las tierras conquistadas, se motivaron para escribir diversas comunicaciones sobre las plantas, desde Hernán Cortés con las Cartas de relación, que abarcan el periodo de 1519 a 1526, que reconoció la sabiduría de los indígenas en el campo de la botánica; hasta la magna obra del médico de cámara de Felipe II de España, Francisco Hernández, quien estuvo en la Nueva España, entre 1570 y 1577, con el título de “protomédico de Indias”.



Este eminente científico y explorador de la flora mexicana logró escribir 17 libros que fueron depositados en la Biblioteca de El Escorial, en España, pero que no fueron publicados hasta 1649-1651 en Roma, con el título Rerum Medicarum Nova Hispaneae Thesaurus, o Tesoro de las Cosas Medicinales de la Nueva España, que en su parte botánica fue editada por el gran botánico español Casimiro Gómez Ortega en 1790, también en latín, con el título de Historia Plantarum Novae Hispaniae o Historia de las Plantas de la Nueva España, utilizando unos manuscritos que habían sido depositados en el Colegio Imperial de Madrid. Por otra parte, Francisco Ximénez se basó en el trabajo de Francisco Hernández para publicar en 1615 su obra Cuatro Libros de la Naturaleza, utilizando un compendio de los manuscritos de Hernández arreglado por otro médico de Felipe II, Nardo Antonio Recchi, quien había llegado a México a principios del siglo xvii. Esta versión fue publicada por el Instituto de Biología de la unam con el título de Historia de las Plantas de la Nueva España. La misma Universidad Nacional Autónoma de México publicó las Obras completas de Francisco Hernández en siete volúmenes, coordinados por Efrén del Pozo. Incluyen comentarios de varios autores, así como la biografía de Francisco Hernández que está tratada en el primer tomo. Es la obra del médico y naturalista más notable de la Nueva España en el siglo xvi. Además de él, Martín de la Cruz y fray Bernardino de Sahagún pueden ser considerados como los iniciadores de la etnobotánica en México.



Además de los autores sobresalientes antes citados, es necesario mencionar otras obras importantes del siglo xvi, en particular la Historia General de las Indias, escrita por el capellán de Hernán Cortés, Francisco López de Gómara y la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo, uno de los capitanes de Hernán Cortés. En estas obras también se mencionan datos interesantes sobre plantas que conocían los indígenas nahuas. Otro tanto puede decirse de la notable obra de fray Diego de Landa: Relación de las cosas de Yucatán, con valiosos datos sobre etnobotánica maya, editada en 1864 con base en manuscritos del siglo xvi. Importante información sobre la etnobotánica indígena puede encontrarse en la Historia de las Indias de la Nueva España e Islas de la Tierra Firme de Diego Durán, escrito entre 1579 y 1581. También son importantes las obras del jesuita José de Acosta: Historia natural y moral de las Indias y de fray Toribio de Benavente llamado Motolinía: Historia de las Indias de la Nueva España. Otras obras de referencias botánicas para el siglo xvi son las Décadas del Nuevo Mundo de Pedro Mártir de de Alglería, cosmógrafo de Carlos V; las llamadas Relaciones de Juan Bautista de Pomar, con datos interesantes sobre la botánica de Texcoco; y la Crónica Mexicana de Fernando de Alvarado Tezozómoc que trata sobre las plantas de Tenochtitlan. Aunque data de 1598, no fue editada hasta el siglo xix, en 1878; en aquel siglo y aún en la actualidad, siguió el interés por la botánica prehispánica y del siglo xvi. Un ejemplo es la publicación de Fernando del Paso y Troncoso, de 1883 a 1884: Estudios sobre la medicina en México. La botánica entre los nahuas; así como las publicaciones de Blas Pablo Reko, entre 1945 y 1950: “Mitobotánica zapoteca”; “La hierba de quetzalcóatl”; “Nombres tarascos de las plantas”; “Nombres botánicos del manuscrito Badiano”; “Nombres botánicos chinantecos”; “Un zodiaco botánico azteca”, todas ellas publicadas en el Boletín de la Sociedad Botánica de México. Esto por sólo mencionar algunas de las numerosas publicaciones sobre el tema.



En el siglo xvii decayó la producción científica que tan brillantemente se había desarrollado en el siglo anterior. No obstante aparecieron obras importantes y se presentaron datos diversos sobre temas botánicos. En 1626 se implantó la clase del “Método Medendi” o farmacia galénica en la Real y Pontificia Universidad de México. Este tipo de farmacia estuvo relacionada con el estudio de las plantas con un enfoque de aplicación a la farmacología, y constituyó un antecedente para que, en épocas posteriores, los médicos y farmacéuticos se interesaran por la botánica, principalmente a través del Protomedicato de la Nueva España establecido en la ciudad de México, en 1646, siguiendo la tradición del protomédico de Indias, de Francisco Hernández. Esta institución tenía la autoridad para controlar y vigilar la higiene y la salud pública, así como velar por la buena enseñanza y el buen ejercicio de la medicina en México.



En el siglo xvii también sobresalieron en diversos aspectos de la cultura, incluyendo un cierto interés por la botánica. El científico Carlos de Sigüenza y Góngora, que comentó sobre el chiahuiztl que ataca al trigo y la escritora de gran habilidad poética, sor Juana Inés de la Cruz, quien hizo comentarios sobre la herbolaria, la agricultura y también sobre posibles plantas u hongos alucinógenos cuando escribe “¿Qué raras infusiones de los indios herbolarios de mi patria entre más letras hechizos derramaron?” En 1629 fue editada la obra de Hernando Ruiz de Alarcón: Tratado de las supersticiones y costumbres gentilicias que hay y viven entre los indios naturales de esta Nueva España y en 1651 Jacinto de la Serna escribió el Manual de ministros de Indias. Ambas obras contienen datos importantes sobre las plantas medicinales, algunas de ellas utilizadas también en las ceremonias tradicionales. En ese siglo se realizaron varias expediciones a la Nueva España; entre ellas la de Juan Francisco Gemellti Carreria, en 1697. Los resultados de este viaje los publicó en un libro intitulado Giro del Mundo 1699-1700. En este libro se incluyeron datos sobre plantas útiles y plantas comestibles.



También es importante la obra que escribió fray Juan de Torquemada en 1615 Monarquía Indiana, en la que proporciona datos sobre las plantas medicinales de uso común entre los indígenas. Por otra parte Antonio de Solís Rivadeneira, en 1684 en su Historia de la conquista de México, hace comentarios sobre las plantas y jardines de México. Sobresale la obra llamada Espicilegio, de Ambrosio de Lima y Escalada, en, 1692, por los comentarios que hace sobre Teofrasto, Dioscórides, Galeno y Plinio.



En el siglo xviii hubo un resurgimiento de las ciencias naturales, principalmente por el interés de los jesuitas en este campo. En particular sobresalen las obras de Francisco Javier Clavijero: Historia Antigua de México,1780-1781; e Historia de Baja California, de 1789. Este notable historiador citó las plantas por sus nombres vulgares y logró hacer una clasificación de las plantas útiles de la Nueva España, considerando los caracteres de flores, frutos, semillas, tallos y raíces. El mayor progreso de la botánica en la Nueva España se presentó en la segunda mitad del siglo xviii por dos acontecimientos importantes: la aparición de la prensa periódica y las expediciones botánicas: José Antonio Alzate y Ramírez logró una vasta producción científica con la publicación de numerosos artículos sobre plantas mexicanas de importancia económica. También sobresalió José Ignacio Bartolache por la publicación de la revista Mercurio Volante, entre 1772 y 1773 en la que hay interesantes datos sobre el maguey y el pulque. Esta revista, junto con el Diario Literario de México y la Gaceta de Literatura, de Alzate y Ramírez, marcan el inicio de la prensa científica periódica en México.



El factor de más trascendencia para el desarrollo de la botánica en la Nueva España en el siglo xviii fue la realización de expediciones científicas europeas, con la participación de colectores de plantas y botánicos profesionales. Una de estas fue la expedición de Guillermo Houston, quien publicó un catálogo de las plantas que colectó en Veracruz, incluyendo algunos grabados. También es importante la expedición de Antonio de Ulloa a la Nueva España en 1776. Este científico y comandante de la última flota de Indias escribió Descripción de la Nueva España que no fue publicada, es una obra que presenta datos sobre botánica económica. Otro tanto se puede decir sobre la expedición de Alejandro Malaspina que llegó a México en 1791 y en la que participaron naturalistas destacados como Antonio Pineda, Luis Née y Tadeo Haenke. Las colecciones y grabados de esta expedición se encuentran en España. Se puede consultar el libro de Virginia González Claverán, La expedición de Malaspina 1789-1794; y el de Miguel Ángel Puig-Samper, La armonía natural. La naturaleza de la expedición marítima de Malaspina y Bustamante 1789-1794.



La expedición botánica más importante del siglo xviii fue la enviada por el rey de España, Carlos II, en 1787 y que permaneció en la Nueva España hasta 1803. Esta expedición estuvo dirigida por Martín de Sessé y Lacasta y en ella participaron distinguidos botánicos y colectores, en particular Vicente Cervantes, Juan Diego del Castillo, en cuyo honor se describió la planta del hule Castilla elastica, José Longinos Martínez y un poco más tarde se incorporó al grupo, el mexicano José Mariano Mociño.



Vicente Cervantes logró reunir un importante herbario e implantó la primera cátedra de botánica en México desde 1788; permaneció en el país hasta su muerte en 1829. Juan Diego del Castillo fue botánico farmacéutico, José Longinos Martínez organizó un gabinete de historia natural, que sirvió de base para que se fundara posteriormente el Museo de Historia Natural. Los miembros de esta importante expedición fueron auxiliados por dos extraordinarios dibujantes: el español Juan Cerda y el mexicano Atanasio Echeverria. En honor a este último, el gran botánico suizo Agustín Pyramus de Candolle describió un género nuevo de crasuláceas al que denominó Echeveria, cuyas especies reciben, entre otros nombres vulgares el de conchitas.



De Sessé y sus colaboradores fundaron el Jardín Botánico en el interior del Palacio Virreinal en lo que ahora corresponde al patio del Palacio Nacional. Este destacado botánico y José Mariano Mociño realizaron la tarea más importante de la expedición colectando e identificando numerosas plantas cuyo resultado fue la elaboración de obras originales de dimensión monumental, que fueron publicadas posteriormente: Plantae Novae Hispaniae, publicada en nueve partes en 1866 y Flora Mexicana, publicada en diez partes entre 1891-1897.



Los botánicos de esta expedición exploraron tanto la parte central de la Nueva España, como hizo De Sessé; así como las partes lejanas del virreinato, hacia el norte hasta Chihuahua y Baja California y hacia el sur hasta Yucatán y Guatemala, como hicieran Mariano Mociño, José Longinos y Diego Del Castillo. La consecuencia de este infatigable trabajo de los botánicos que participaron en esta expedición fue el desarrollo de la botánica en México desde fines del siglo xviii y durante el siglo xix, aunque hubo una pausa por el estallido de la guerra de independencia, entre 1810 y 1821.



La botánica en México en el siglo XIX



La expedición botánica que llegó a México en 1787 obtuvo muy importantes resultados por las numerosas y fecundas actividades que realizó. Regresó a España en 1803, pero Vicente Cervantes se quedó en Nueva España como se indicó anteriormente. Continuaron la obra de este eminente botánico español numerosos alumnos que formó en su cátedra de botánica, entre otros Mariano Mociño ya mencionado, Lucas Alamán, destacado político mexicano y aficionado a la botánica, Manuel Orozco y Berra conocido historiador, Leopoldo Río de la Loza, famoso químico descubridor del vanadio y Miguel Bustamante y Septién quien sustituyó a Cervantes en la clase de botánica desde 1829 hasta su muerte en 1844.



El hijo de Cervantes, el presbitero Julián Cervantes, autor en 1825 de Tablas botánicas, un tratado de morfología y anatomía de las plantas, fue el primero en sustituir a su padre en la clase de botánica, entre 1819 y 1826. Esta publicación de Julián Cervantes pude ser considerada como el primer libro mexicano de botánica; en tanto que el libro escrito en 1841, Curso elemental de botánica de Bustamante y Septién fue también una obra pionera.

El sucesor de Bustamante y Septién fue Pío Bustamante y Rocha, autor del texto Nuevas lecciones de botánica, de 1853. En este libro trata sobre la estructura, la fisiología, la taxonomía de plantas y hace descripciones de plantas mexicanas. También escribió sobre plantas útiles, sobre bosques y arbolados e hizo un catálogo del sur de México. Enrique Beltrán en 1961, publicó la historia sobre los Textos mexicanos de botánica del siglo XIX.



El mismo año en que salió de la Nueva España la expedición botánica que envió Carlos III al mando de Martín de Sessé, llegó a esta colonia la expedición encabezada por el científico Alexander von Humboldt quien llegó al puerto de Acapulco en 1803 junto con Amado Bonpland, destacado botánico francés. Estos notables científicos exploraron gran parte del territorio de la colonia española y descubrieron una valiosa colección de plantas que se llevaron a Europa, a donde regresaron en 1804 para estudiar e identificar los numerosos ejemplares reunidos durante los diez meses que permanecieron en estas tierras. En la clasificación y descripción de las plantas participó también el botánico alemán Carlos Segismundo Kunth. Humboldt hizo importantes estudios sobre la vegetación del continente americano y observaciones fitogeográficas que sirvieron de base a futuras investigaciones sobre el mismo tema. Como resultado de estos amplios estudios se publicaron las obras: Plantas equinocciales, en dos volúmenes, 1808-1809; Nuevos géneros y especies de plantas, en siete volúmenes de 1815 a 1825; y en 1817, Distribución geográfica de las plantas.



Después de esta importante expedición de Humboldt y Bonpland, en el siglo xix a partir de 1821, llegan a la recientemente constituida República Mexicana numerosas expediciones enviadas por países europeos, en particular Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Francia, Inglaterra, Rusia y Estados Unidos. El resultado de estas expediciones fue el mayor conocimiento de la rica flora mexicana y el descubrimiento de numerosos géneros y especies, nuevos para la ciencia.



También es importante el siglo xix en el desarrollo de la botánica mexicana por la creación de instituciones que impulsaron o cultivaron el progreso de las ciencias y en particular de la botánica. Entre estas instituciones merecen ser citadas las que se anotan en seguida.



El Museo Nacional, fundado en 1825 para reunir las colecciones del Gabinete de Historia Natural establecido a fines del siglo xviii por Longinos Martínez, y que en 1821 quedó a cargo de Ignacio Cubas. En 1831 el destacado botánico Pablo de la Llave encabezó la junta directiva del museo y del jardín botánico del Palacio Nacional. Este botánico, con la colaboración de Juan Lexarza publicó importantes obras sobre los vegetales. Durante esta etapa fue muy importante el impulso que le dio a la botánica el influyente político e historiador Lucas Alamán quien también apoyó al Museo Nacional y tuvo contactos con botánicos europeos destacados, en particular con Agustín Pyramus de Candolle.



Otos importantes directores del Museo Nacional fueron Manuel Urbina, Manuel Orozco y Berra y Gumersindo Mendoza, todos ellos destacados intelectuales. También es necesario mencionar que el museo tuvo colaboradores sobresalientes, entre otros Ramón I. Almaraz, Manuel M. Villada, Gabriel Alcocer y Jesús Sánchez. Por otra parte, aunque ajenos al museo, debemos mencionar por sus contribuciones a la botánica a Antonio García Cubas, Joaquín García Icazbalceta y Mariano Bárcenas, destacadas personalidades que en mayor o menor grado contribuyeron al progreso de las ciencias naturales. Aunque algunos de ellos no fueron naturalistas, pocos ingenieros o de otras profesiones, pero con gran interés por la botánica y la zoología.



Otra institución importante, cuya misión principal era estudiar plantas y animales medicinales, fue el Instituto Médico Nacional, que se fundó en 1888, aunque empezó a funcionar formalmente a partir de 1890, por la iniciativa del general Carlos Pacheco, que en ese tiempo era el secretario de Fomento. El primer director de la institución fue el médico, botánico y zoólogo Fernando Altamirano, quien permaneció en este cargo hasta 1908, año en que murió. El instituto publicó numerosos libros y folletos así como dos series periódicas El Estudio y los Anales del Instituto Médico Nacional en las que comunicó el resultado de las investigaciones realizadas por el personal académico de dicho instituto, aunque muchos informes aparecieron también en la importante revista La Naturaleza.



El Instituto Médico Nacional estaba organizado en cinco secciones: fisiología, química, historia natural, terapéutica clínica, climatología y geografía médica. Las colecciones botánicas constituyeron un gran herbario que estuvo atendido por el médico y botánico José Ramírez quien publicó varios trabajos, entre otros, Sinonimia vulgar y científica de varias plantas de la Nueva España y, además, La vegetación de México. La vida y obra de Ramírez se puede encontrar en el libro de Hilda Flores Olvera y Helga Ochotorena-Booth, José Ramírez (1825-1904). Otros investigadores importantes de esta institución fueron Carlos Reiche, Francisco Río de la Loza y Miranda quien hizo varias investigaciones, entre ellas sobre el colorín, la cáscara amarga y el llora sangre; Manuel Tousaint estudió la acción fisiológica de algunas plantas; Jesús Galindo y Villa quien hizo estudios de las plantas en relación con la geografía y la climatología; Gabriel Alcocer fue conservador del herbario del Instituto e hizo una historia de la investigación botánica en México desde el siglo xvi. El último director de esta institución fue José Terrés, gran científico que le dio un último impulso al instituto que fue cerrado en 1915 por órdenes del presidente Venustiano Carranza.



Otras instituciones fundadas en el siglo xix, de importancia en el desarrollo de la botánica en México fueron la Escuela Nacional de Agricultura, la Escuela Nacional de Maestros y la Escuela Nacional Preparatoria. La primera fue importante, como es de suponer, en el estudio de las plantas de explotación agrícola, como base del desarrollo de la agronomía, ciencia de gran importancia para el progreso del país. Las otras dos instituciones mencionadas cultivaron la botánica con un enfoque botánico didáctico, para fomentar el estudio de la botánica con una tendencia docente. Alfonso Herrera y José Ramírez fueron maestros de botánica de algunas de estas instituciones, en tanto que Lauro María Jiménez impartió la cátedra de historia natural y veterinaria a los estudiantes de agronomía. La Escuela Nacional de Medicina, el Colegio de Minería y la Comisión Geográfica Exploradora se ocuparon de varios aspectos aplicados de las ciencias naturales y en particular de la botánica.



Otros acontecimientos importantes del siglo xix fueron la fundación, en 1833, de la primera sociedad científica de México, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística cuya publicación oficial, Boletín de la Sociedad tiene un gran valor histórico. La Academia Nacional de Medicina, entre 1854 y 1873. En 1868, la Sociedad Mexicana de Historia Natural y en 1884 la Sociedad Científica Antonio Alzate; instituciones que perduraron durante el siglo xx hasta la actualidad, aunque algunas presentan ya una franca declinación.





El desarrollo de la botánica en el siglo XX



En 1910 se estableció en la Universidad Nacional de México, la Escuela de Altos Estudios, en donde en 1911 el botánico Carlos Reche inició cursos de botánica. Publicó libros dedicados a la enseñanza de la botánica, en particular: Flora excursoria del Valle de México, Elementos de botánica, e Instrucciones para estudiar la fitogeografía de México, que por muchos años fueron utilizados en las escuelas en donde se impartían cursos de botánica.



Un acontecimiento importante fue la fundación de la Dirección de Estudios Biológicos, en 1915, que se estableció debido al apoyo del secretario de Fomento, Colonización e Industria, el ingeniero Pastor Rouaix. Esta institución surgió de la fusión de instituciones que se organizaron en el siglo anterior, en particular el Instituto Médico Nacional, la Comisión Geográfica Exploradora, el Museo Nacional y el Museo de Tacubaya. Esta dirección comprendía el Instituto de Biología General y Médica, la Sección de la Flora y de la Fauna Nacionales y el Museo Nacional de Historia Natural, el Parque Zoológico de Chapultepec, el Jardín Botánico y la Estación de Biología Marina del Golfo. El director de esta institución fue el naturalista Alfonso Luis Herrera y el Departamento de Botánica tuvo como jefe a Miguel Cordero en un principio. Posteriormente ocuparon dicha jefatura Juan Manuel Noriega, Casiano Conzatti y Maximino Martínez. Este último adoptó el sistema de clasificación de Adolfo Engler y unos años después de haber terminado sus funciones la dirección mencionada, lo que sucedió en 1929, se incorporó unos años después al Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México para seguir con la investigación de los pinos y los encinos de México, entre otros grupos de plantas. Alfonso Luis Herrera impulsó las exploraciones botánicas a diversas regiones del país y logró la formación de un herbario importante con la ayuda de los entusiastas botánicos antes mencionados y de sus colaboradores.



En 1929, la Dirección de Estudios Biológicos, como se anotó previamente, quedó incorporada al Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México, año en que esta institución alcanzó su autonomía; aunque el Jardín Botánico y el Parque Zoológico de Chapultepec, así como la Estación de Biología Marina del Golfo, que ya no funcionaba, quedaron fuera de esa incorporación. La dirección del nuevo instituto fue ocupada por el entusiasta científico Isaac Ochotorena, quien empezó a desempeñar su importante función con la ayuda de otros 13 investigadores que posteriormente serían reconocidos como destacados académicos en distintas áreas de la biología.



Ochotorena trabajó en un principio dentro del campo de la botánica, siguiendo las enseñanzas de su maestro, el ingeniero Carlos Patoni quien realizó varios trabajos sobre plantas del estado de Durango y fue director de un campo experimental en Tehuacán, Pue. Ambos enfocaron sus investigaciones a la fitogeografía y a determinadas familias de plantas, en particular a la familia de las cactáceas, muy bien representada en los estados del norte de México. Pero Ochotorena pronto dedicó su atención preferente al estudio de la histología y de la embriología del hombre y de algunos animales. Por este motivo encomendó el estudio de las cactáceas a una de sus más brillantes alumnas, Helia Bravo Hollis, quien en su larga y fecunda vida, realizó un trabajó que culminó con la publicación de una obra importante, Las cactáceas de México, que en su última edición en 3 tomos fue editada por la unam, con la participación de Hernando Sánchez Mejorada. Otros investigadores que estuvieron adscritos al incipiente instituto, en la sección de botánica, fueron Antonio Ramírez Laguna que no persistió por mucho tiempo; Manuel Ruiz Oronoz quien enfocó su atención al estudio de las plantas criptógamas, en particular las levaduras, los líquenes y las hepáticas; María Agustina Batalla, Irene Rivera y Débora Ramírez Cantú, que estudiaron diversos aspectos de la flora fanerogámica de México, principalmente de la parte central del país. Posteriormente se incorporaron al instituto tres eminentes botánicos, Maximino Martínez que había trabajado en la Dirección de Estudios Biológicos, Faustino Miranda González que llegó a México al terminar la guerra civil española y Eizi Matuda, investigador japonés radicado en Chiapas, que llegó a la ciudad de México al comenzar la segunda guerra mundial por las consecuencias adversas de esta guerra para los japoneses propietarios de fincas en la provincia mexicana.



La sección de botánica del Instituto de Biología se elevó a la categoría de Departamento de Botánica en la década que se inició en 1940. Este nuevo departamento se organizó en dos secciones: la de criptogamia, en la que se estudiaban bacterias, hongos, líquenes y briofitas, y la sección de fanerogamia en la que se estudiaban las plantas vasculares. Información amplia sobre la producción científica del Instituto de Biología puede encontrarse en su revista oficial y en la obra compiladora sobre la misma, de Armando Butanda y Pedro Ramírez: Índice acumulativo de los Anales del Instituto de Biología, publicada por el mismo instituto en 1997. El nombre de los Anales fue cambiado a partir del año 2004, por el de Revista Mexicana de Biodiversidad, que considera que uno de los problemas de más importancia en la actualidad es el estudio y la conservación de la diversidad biológica, cada vez más amenazada en nuestro planeta.



Otra de las actividades importantes del Instituto de Biología fue la organización y el incremento del herbario heredado de la Dirección de Estudios Biológicos que a su vez resguardaba plantas provenientes del Instituto Médico Nacional. Eran herbarios modestos pero muy valiosos que al incrementarse continuamente han sido la base para que en la actualidad exista el herbario de este instituto, al que se le considera en la categoría de Herbario Nacional. Ahora cuenta con más de un millón de ejemplares incluyendo plantas vasculares principalmente, pero también briofitas, hongos, líquenes y algas.



El Museo de Historia Natural, también conocido con el nombre de Museo del Chopo en la ciudad de México, por su ubicación en la antigua calle del Chopo, hoy calle Enrique González Martínez, aunque con una escasa representación botánica, fue muy valioso por sus colecciones de animales y minerales. Este museo no tuvo la misma suerte de persistir, como el Herbario Nacional, pues en la década de 1960 fue clausurado, pese al importante papel que desempeñó en la difusión del conocimiento sobre la historia natural. Por otra parte, fue fundado un nuevo Museo de Historia Natural de la Ciudad de México, en el bosque de Chapultepec, en donde las plantas son representadas con un enfoque ecológico. Este museo depende de la Jefatura del Distrito Federal.



El Jardín Botánico de la unam fue fundado en 1959 como unidad independiente, con la dirección del reconocido botánico Faustino Miranda; pero más tarde fue anexado al Instituto de Biología siguiendo su desarrollo en forma muy eficiente, a tal grado que ha destacado como un centro de investigación y difusión de la botánica de gran importancia para México.



También han sido de gran importancia para la investigación y difusión de los conocimientos de la botánica dos estaciones biológicas dependientes del Instituto de Biología de la unam, la Estación de Biología Tropical Los Tuxtlas, fundada en 1967 en el estado de Veracruz y la Estación de Biología Chamela, creada en 1971 en el estado de Jalisco; éstas son estaciones de las que se han originado importantes trabajos de investigación.



Otros acontecimientos importantes de la primera mitad del siglo xx fueron la creación de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional, en 1934; el renacimiento de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, en 1936; y la fundación de la Sociedad Botánica de México en 1941. La institución primeramente mencionada llegó a tener en la segunda década de su fundación a su principal exponente en el campo de la investigación botánica, el científico de origen polaco Jerzy Rzedowski Rotter, quien a lo largo del tiempo ha escrito varias obras importantes, entre ellas La vegetación de México, Un siglo de la botánica en México, La botánica mexicana en la década de los cincuentas, El herbario de la Escuela de Ciencias Biológicas, herbario que es uno de los más importantes de México y que actualmente lleva el nombre del botánico mencionado; en colaboración con Graciela Calderón de Rzedowski: Flora fanerogámica del Valle de México y más tarde como editores y autores de los fascículos de Flora del Bajío y de regiones adyacentes. Por otra parte, la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas desempeñó una función docente muy importante en el campo de la biología y, en particular de la botánica, con la participación de notables maestros provenientes de diversas instituciones de México y de manera especial, por la llegada de numerosos científicos españoles que emigraron de su país después de terminar la guerra civil española en 1939. La revista oficial de esta institución, Anales de la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas, ha publicado numerosos e importantes artículos sobre la botánica en México.



Las sociedades antes mencionadas han logrado difundir los resultados de investigaciones botánicas importantes por medio de sus publicaciones oficiales, Revista de la Sociedad Mexicana de Historia Natural, actualmente es de aparición irregular, y el Boletín de la Sociedad Botánica de México que gradualmente fue mejorando su presentación y se mantiene vigente como una de las mas importantes en el campo de la botánica. Este Boletín sirvió de base para inspirar la publicación de revistas más especializadas en determinadas familias de plantas como la revista Cactáceas y Suculentas editada por la Sociedad Mexicana de Cactología y el Boletín dedicado a las orquídeas, editado por la Sociedad Mexicana de Orquideología.



En la segunda mitad del siglo XX se desarrolló la botánica en México en una forma explosiva y con muy diversos enfoques. Uno de ellos es el taxonómico tradicional que es la base de otros estudios como los florísticos, de vegetación, y de ecología. En la actualidad se han desarrollado también otros enfoques como el etnobotánico y el de taxonomía molecular; también los de tendencias prácticas de vital importancia para el equilibrio, la economía y el bienestar de la humanidad, en particular las que promueven las técnicas de conservación y restauración de la vegetación y los de reforestación, entre otros enfoques prácticos relacionados con la botánica. El incremento de éstos y otros numerosos enfoques de la botánica se ha reforzado con fundación, además, de la de Facultad Ciencias, la de nuevas dependencias de la unam como las facultades de Estudios Superiores de Zaragoza, Iztacala, fesi y fesz. También fue importante la fundación de la Universidad Autónoma Metropolitana (uam), con varias dependencias en las que se trabaja sobre diversos temas de la botánica: uam-Iztapalapa y uam-Xochimilco.



Los trabajos sobre taxonomía han sido los más numerosos pues tienen la tradición de los siglos anteriores al siglo xx y los de la primera mitad de este siglo; pero, como se anotó antes, es oportuno comentar que dichos trabajos con frecuencia han sido estructurados junto con los aspectos florísticos, de vegetación y de ecología vegetal.



En la segunda mitad del siglo xx y más aún en lo que ha transcurrido del siglo XXI, del 2000 al 2007, se está tomando cada vez más profunda conciencia del detrimento de los recursos naturales y, en particular, de la necesidad de conservar los bosques y frenar la acelerada extinción de las especies vegetales, por lo que se está procurando tomar medidas drásticas de protección para evitar la pérdida de este valioso patrimonio botánico fundamental para el bienestar y la protección de la humanidad. Aunque la presión demográfica y el manejo inadecuado de los recursos naturales son un freno poderoso para lograr el propósito importantísimo de la conservación del patrimonio biológico.



Un mayor conocimiento taxonómico y ecológico de las plantas permitirá proceder en forma más adecuada para lograr la protección de las especies vegetales, muchas de las cuales pueden llegar a la extinción antes de que el hombre haya logrado conocerlas. Un ejemplo de la fragilidad de muchas especies vegetales frente al deterioro de la naturaleza es el afortunado descubrimiento de una pequeña planta de la selva lacandona de Chiapas, por los botánicos Esteban Martínez y Clara Ramos, quienes en 1989 la denominaron Lacandonia schismatica que, además, pertenece a una familia nueva para la ciencia, la familia Lacandoniaceae. Se caracteriza por la inversión de los verticilos de la flor, pues el verticilo correspondiente al gineceo, estructura femenina de la flor, está en la parte extrema en relación al androceo que se encuentra en el centro de la flor, fenómeno contrario al que se observa en las demás flores que presentan el gineceo en la parte central, rodeado por los estambres, que constituyen el androceo, o estructura masculina de la flor.



La abrumadora cantidad de trabajos publicados en las últimas décadas del siglo anterior y lo que ha trascurrido de la primera década del siglo xxi, impiden que se puedan mencionar todos en un capítulo de síntesis como es el presente artículo, pero hay varias publicaciones que presentan el tema en forma condensada, entre otros el de Fernando Chiang, Patricia Dávila y José Luis Villaseñor: Panorama actual de la taxonomía vegetal en México.



También se recomienda consultar el artículo de Faustino Miranda y Efraim Hernández Xolocotzi: Los tipos de vegetación de México y su clasificación. En esta publicación se considera que la vegetación en México se presenta en todas las modalidades posibles: desde la vegetación de las zonas desérticas del norte del país y la de partes altas del Eje Volcánico Transmexicano, hasta las selvas altas de las regiones del sureste y la vegetación de las vertientes del Atlántico y del Pacífico. Estos autores reconocen 32 tipos de vegetación, los explican en relación con el clima e incluyen una clave para determinar el tipo de vegetación de una zona determinada del país, lo que permite realizar diversas modalidades de investigaciones ecológicas. Por otra parte, en relación con la vegetación arbórea, T.D. Pennington y José Sarukhán publicaron el libro Manual para la identificación de campo de los principales árboles tropicales de México. A partir de la segunda edición modificaron el título a Árboles tropicales de México: manual para la identificación de las principales especies, en el que incluyen una clave para facilitar la identificación de los tipos de vegetación arbórea de las zonas tropicales. Francisco González Medrano en su trabajo: Las comunidades vegetales de México, presenta una reseña de las muy diversas propuestas de clasificación natural del país.



Nuevos enfoques sobre la ecología en México pueden encontrarse en los trabajos de Ana Luisa Anaya Lang: La investigación en ecología química en México; y de Carlos Vázquez Yanes: La fisiología ecológica en plantas, en los que se comenta el desarrollo de la ecología química en México y la posibilidad de comprender mejor, con base en la ecofisiología, la abundancia y la distribución de las plantas en las diversas zonas geográficas. Facilitan además la interpretación de los mapas de vegetación y la solución de problemas sobre el manejo de los recursos naturales y de la agricultura.



La etnobotánica, con una sólida base en México desde el siglo xvi, principalmente con las obras de Martín de la Cruz y Juan Badiano el Códice Cruz- Badiano y de fray Bernardino de Sahagún Códice Florentino, e Historia general de las cosas de la Nueva España, ha recibido un nuevo impulso a partir de la segunda mitad del siglo xx, según se puede apreciar en 1992 a través del trabajo de Efraím Hernández Xolocotzi, Experiencias en etnobotánica. Este mismo autor trató sobre la “Utilización de los recursos en México”; Arturo Gómez-Pompa abordó el tema “Las raíces de la etnobotánica mexicana”; Miguel Ángel Martínez Alfaro desarrolló el tema “Etnobotánica” y Abigail Aguilar Contreras abordó un tema que ha sido tradicionalmente de gran interés, “Botánica médica. Logros y perspectivas”. El conocimiento de las plantas medicinales se ha incrementado a través de publicaciones importantes, en particular las del Instituto Mexicano para el Estudio de las Plantas Medicinales, Imeplam, fundado en 1975 y desaparecido tiempo después. El objetivo principal de esta institución era “…conocer y convalidar experimentalmente el uso popular medicinal de las plantas mexicanas”. Por otra parte, el Herbario Medicinal publicado por el Instituto Mexicano del Seguro Social, es un catálogo en el que las plantas están ordenadas alfabéticamente por familia botánica, género y especie, señalando para cada especie sus nombres indígenas o populares, la localidad donde fue colectada y los usos que tiene en la medicina tradicional. La información etnobotánica de este libro fue elaborada por la misma Abigail Aguilar Contreras y varios colaboradores.



Todo lo relacionado a las plantas útiles pertenece al campo de la etnobotánica, en particular las plantas medicinales, las alimenticias, las silvestres y las cultivadas han sido objeto de amplios estudios, como por ejemplo el publicado por el Instituto Nacional Indigenista en tres volúmenes en 1994, Flora medicinal indígena de México, por la importancia que tienen para la supervivencia de la especie humana y de los animales domésticos. Hay numerosos libros y revistas especializadas con un enfoque hacia la agricultura, y otro tanto podría decirse de la que se publica sobre las plantas ornamentales, las maderables y de las que tienen otra tipo de utilidad; pero la etnobotánica en sentido estricto se preocupa de manera particular del estudio de las plantas en relación con los grupos indígenas. Sobre este último tópico, en la etnobotánica se han desarrollado métodos y técnicas especiales para lograr el acercamiento con las múltiples etnias de México, de las que hay más de cincuenta, y poder lograr que los indígenas de este país compartan sus valiosos conocimientos sobre las plantas. Esta rama de la etnobotánica se ha desarrollado ampliamente en épocas recientes, aunque sus raíces se remontan a la época anterior de la conquista Española pues el hombre ha necesitado estar siempre en contacto con la naturaleza.
En 1994, Daniel Piñero y Ken Oyama publicaron un artículo sobre la problemática, “Perspectivas de las ciencias vegetales”, en el que exponen el tema con base en los análisis de reuniones científicas recientes, “…para comparar las tendencias actuales del desarrollo de la botánica desde una escala mundial hasta una local”. Estos autores consideran que los trabajos sobre sistemática, florística, vegetación, fitogeografía y ecología han sido predominantes y que “…este enfoque seguirá incrementádose dada la falta de estudios taxonómicos y florísticos en muchas regiones de América”.
Una tendencia que debe ser prioritaria es el esfuerzo para lograr el mantenimiento de los ecosistemas naturales amenazados por el continuo crecimiento demográfico, lo que permitiría la conservación de las especies vegetales, muchas de ellas en peligro de extinción, considerando, además, que México es un país megadiverso y que la fitodiversidad debe ser protegida para que este país siga siendo uno de los que tienen mayor diversidad biológica en el mundo.
Los inventarios florísticos, que en un tiempo y a veces, aun en la actualidad, han tenido poca estimación, vuelven a ser considerados de gran utilidad por la mayoría de los biólogos, pues representan un testimonio de la flora y, en particular, de las especies que han desaparecido o que están en peligro de extinción.
El estudio de las plantas, siguiendo las técnicas de la biología molecular, es sobresaliente entre las perspectivas de las investigaciones futuras de la botánica, y continúa con las bases de las técnicas de la taxonomía molecular, de reciente desarrollo a partir de las últimas décadas del siglo xx. El adelanto de esta disciplina ha contribuido también al progreso de la ecología molecular, la patología molecular, el cultivo de tejidos vegetales y la ingeniería genética, lo que ha permitido obtener resultados importantes en relación con la botánica aplicada a varios resultados prácticos. Así se ha logrado obtener plantas resistentes al ataque de hongos, de bacterias, de virus y de otros organismos parásitos de los vegetales. Por este procedimiento de las técnicas de la ingeniería genética también se ha podido obtener gran variedad de cereales y de otras plantas, con mayor cantidad de proteínas u otros compuestos nutritivos. Siguiendo estos procedimientos es posible obtener un mayor rendimiento de las especies que tienen usos industriales o medicinales siguiendo procesos que podrán incrementar la producción con una potencialidad cada vez mayor.
Las publicaciones botánicas tienden a ser cada vez de mejor calidad en México y, aunque se exige en muchos lugares que se tiene la obligación de publicar de preferencia o necesariamente en revistas extranjeras y en el idioma inglés, lo cual es conveniente en ocasiones, también se debe considerar que es necesario mantener la publicación de las revistas nacionales: Acta Botánica Mexicana, Boletín de la Sociedad Botánica de México, ibugana. Boletín del Instituto de Botánica, Polibotánica, Revista Mexicana de Biodiversidad, por mencionar algunas de las más importantes, pues éstas han tenido mucho éxito cuando se procura lograr un alto nivel por su contenido y calidad editorial. Además, muchas de estas revistas han llegado a un nivel de excelencia, por lo que han mantenido muy buena aceptación de instituciones e investigadores de prestigio internacional, tanto las que tienen una base científica original como las de divulgación a nivel popular. Por este motivo, se considera que en el futuro se deben mantener las publicaciones nacionales sobre temas botánicos, sin menoscabo de la posibilidad de publicar en revistas extranjeras, lo cual aumentaría la apreciación internacional de México por su nivel científico y cultural.
Los congresos serán más frecuentes, tanto a nivel nacional como internacional, y tenderán a ser cada vez más especializados. De ellos se han organizado 16 nacionales; el último, el número 17, en la ciudad de Zacatecas, del 14 al 18 de octubre de 2007. Fue muy estimulante el Primer Congreso Latinoamericano de Botánica, que se llevó a cabo en la ciudad de México, de 3 al 9 de diciembre, de 1972. Después de éste se han realizado otros congresos latinoamericanos en diversos países de la América Latina. Los avances de la botánica pueden ser conocidos en forma dinámica mediante la divulgación de los conocimientos en dichos congresos, y se contribuye así a un mayor desarrollo de la botánica.
La actividad cultural más tradicional sobre esta ciencia en México ha sido la enseñanza; desde la importante cátedra iniciada por Vicente Cervantes en 1788 hasta la actualidad, aunque los procedimientos y las técnicas pedagógicas han cambiado a través del tiempo. En la actualidad, así como en la proyección hacia el futuro, hay cambios pedagógicos fundamentales debido a la posibilidad de usar los medios electrónicos de computación e internet; que también se emplean cada vez más en la publicación de libros, revistas y búsquedas relacionadas con el tema. Sobre la materia se han ocupado varios autores, entre ellos Manuel Ruiz Oronoz, autor de un importante libro de botánica y que escribió también La enseñanza de las ciencias biológicas en México en los últimos veinticinco años; por su parte, Javier Valdés Gutiérrez publicó La enseñanza de la botánica a nivel profesional, y Mario Sousa Sánchez Comentarios sobre la enseñanza e investigación de la botánica en la UNAM.
Podemos concretar que el progreso de la botánica en todos sus aspectos tiene un futuro promisorio, por su importancia en muy diversas actividades de la vida humana. En primer lugar en su alimentación y el mantenimiento del equilibrio ecológico, fundamental para la supervivencia del hombre y de los animales. Además el conocimiento de la botánica básica es importante para el desarrollo de las ciencias agronómicas y de numerosas ramas de las ciencias biológicas, de la farmacología y de la medicina alternativa y aun de la medicina tradicional, pues las plantas constituyen la fuente de donde se extraen muchos productos medicinales, y otro tanto puede decirse de la importancia de las plantas para obtención de materiales básicos para la industria.
En el futuro hay la intención de poner más interés en la conservación y la protección de la diversidad de las especies vegetales, que son la base para el mantenimiento y el aprovechamiento sustentable de la biodiversidad en general. Para lograr esta meta es necesario incrementar los estudios sobre fitogeografía y ecología de poblaciones vegetales, que consideren la presión de la sobrepoblación humana y de los cultivos exhaustivos de plantas comestibles; además muchas áreas han sido desforestadas para introducir pastizales y animales domésticos, principalmente ganado bovino. Esta presión ha provocado que varias plantas se extingan o que estén en peligro de extinción; si esto sucede serán muchas las especies que nunca se llegarán a conocer y que representan millones de años de la evolución de las mismas en el planeta Tierra. Para evitar esta funesta extinción se ha procedido al cultivo de tejidos vegetales, para propagar plantas que están expuestas a este peligro. El Jardín Botánico del Instituto de Biología de la unam está logrando la protección de dichas plantas mediante las técnicas de cultivo de tejidos y la propagación de las plantas logradas por este procedimiento. Hay buenas perspectivas de que estas técnicas se generalicen en otras instituciones del país, tanto de la ciudad de México como de la provincia, pues en las últimas décadas han surgido importantes instituciones científicas y culturales en todas las entidades de la República Mexicana, con muy buenas bases para educar a la población sobre la necesidad de conservar los recursos naturales del país.

PERO........... QUE ES LA BOTÁNICA?

La Botánica (del griego βοτάνη = hierba) o fitología (del griego φυτόν = planta y λόγος = tratado) es una rama de la biología y es la ciencia que se ocupa del estudio de los vegetales, bajo todos sus aspectos, lo cual incluye su descripción, clasificación, distribución, identificación y el estudio de su reproducción, fisiología, morfología, relaciones recíprocas, relaciones con los otros seres vivos y efectos provocados sobre el medio en el que se encuentran.[1] El objeto de estudio de la Botánica es, entonces, un grupo de organismos lejanamente emparentados entre sí, las cianobacterias, los hongos, las algas y las plantas terrestres, los que casi no poseen ningún carácter en común salvo la presencia de cloroplastos (a excepción de los hongos y cianobacterias) o el no poseer movilidad.

CELULA VEGETAL

La célula vegetal es como una fábrica diminuta, allí se producen tejidos vivos u orgánicos a partir de nutrientes o elementos químicos, como el oxígeno, el hidrógeno, el carbono, el nitrógeno, el azufre y el fósforo.
La diferencia principal entre las células vegetal y animal, es que la primera está recubierta por una membrana protectora, constituida por filamentos de celulosa (que hace de esqueleto en plantas herbáceas), denominada pared celular. En la plantas leñosas (las que tienen tronco), otra sustancia, además de la celulosa, les da rigidez: la lignina
La célula es la mínima unidad fisiológica y morfológica que compone los tejidos de plantas y animales. Constituye la mínima expresión de vida, ya que nace, se alimenta, crece, se reproduce y muere. Su estructura consta de una masa gelatinosa, granulada y transparente, el protoplasma, rodeada por una cubierta muy delgada que se denomina membrana celular. La existencia de una pared, compuesta por celulosa, es típica de las células vegetales. Su función es proteger al citoplasma. En el protoplasma se distinguen el citoplasma y el núcleo. El primero contiene agua y elementos químicos precursores de proteínas, lípidos y glúcidos. Se divide en ectoplasma, membrana semipermeable por donde pasan las sustancias nutritivas, y endoplasma, cuyas permanentes transformaciones químicas lo mantienen en movimiento.

Contiene, además, varios corpúsculos, cada uno con una función determinada. Entre ellos figuran los llamados plásticos que se distinguen en cloroplastos, leucoplastos y cromoplastos. En los cloroplastos se encuentra la clorofila, sustancia que, combinada con la energía solar, descompone el dióxido de carbono en oxígeno y carbono para producir sustancias orgánicas en la función llamada fotosíntesis. Los leucoplastos transforman el azúcar en almidón; los cromoplastos son producto de la mutación de los otros plásticos y contienen pigmentos que dan, por ejemplo, su color al fruto.

En el citoplasma se encuentran también las mitocondrias, en donde se cumple la respiración, proceso inverso al de la fotosíntesis, que da como resultado la obtención de energía; los ribosomas, que participan en la síntesis de proteínas, y el aparato de Golgi, también sintetizador de proteínas y polisacáridos; las vacuolas, que transportan sustancias alimenticias y residuos, y otras estructuras llamadas lisosomas, peroxisomas, microfilamentos y microtúbulos, que cumplen los distintos procesos vitales de la célula.

Finalmente, rodeado por el citoplasma se encuentra el núcleo que está recubierto por la membrana nuclear, y contiene pequeñas partículas de proteínas llamadas nucléolos. Es en él donde se encuentran los cromosomas, filamentos de ácido desoxirribonucleico (ADN), portadores de los códigos de información genética que determinan las características específicas de cada individuo.